lunes, 6 de junio de 2011

LA HOGUERA BÁRBARA


INTRODUCCIÓN

La Hoguera Bárbara, esta gran obra de Alfredo Pareja Diezcanseco, es escrita con emoción vital, con lucidez absoluta y con una notable forma literaria. Esas tres virtudes se sumaron en la mente y la pluma de don Alfredo para construir este libro, que es, a la vez, la historia de la vida de Eloy Alfaro, el proceso de la revolución liberal y, como si todo esto fuera poco, también la historia del primer siglo republicano del Ecuador. Montecristi la ciudad que vio nacer al luchador Eloy Alfaro, el quinto hijo de Don Manuel Alfaro emigrante español llegó al naciente Ecuador cuando recién se separaba de la Gran Colombia, y Doña Natividad, una manabita que influyo mucho para que se quedara en Ecuador Don Manuel, tuvo siete hermanos más. Eloy un niño que le atraía un poco estar a solas, atento escuchaba las historias que le contaba su madre sobre el Libertador Simón Bolívar. Era un gran admirador de Simón Bolívar soñaba ser como él, en cuanto a la educación estuvo a cargo de su padre que le enseñaba todo, aunque que cabe mencionar que tuvo problemas en Caligrafía, sabía un poco de Geografía e Historia, se enamora de una mujer morena, tiene un hijo con ella se llamaba Rafael. Su padre lo pronunciaba a ser comerciante al niño Alfaro, de dedicarse al negocio de sombreros de paja que exportaban a otros países y de esa manera logran una gran fortuna.

DESARROLLO

Eloy Alfaro fue un hombre con ideas liberales que luego lo condenó a la terrible muerte que recibió él y sus simpatizantes Alfaristas. Vale resaltar de Alfaro que se convirtió en un líder no solo en Ecuador sino también lo consideraban así en Colombia, Perú, Panamá. Como lo rememora el autor Alfredo fue el único hombre después del Libertador que soñaba con volver a construir la Gran Colombia.

Eloy Alfaro, un hombre con muchos enemigos, fuerte de carácter, sereno cuando se trataba de enfrentar momentos difíciles. García Moreno era uno de sus grandes enemigos, ya que Eloy Alfaro y García Moreno intentaron dejar su patrocinio, en nuestro país, cabe mencionar que sentía un gran odio contra los liberales, contra los católicos poco fervientes, en fin podríamos decir que Alfaro se identificaba día a día con cierto misticismo casi obsesivo y una furia contra los que le combatían, su carácter era centrado con el convencimiento de que al Ecuador sólo se lo podía manejar por su mano en 1869 Alfaro regreso al poder, hizo aprobar una Constitución Política que fue llamada “La Carta Negra”, y pudo lograr con ella lo que tanto había ansiado: la paz y el orden.

Montalvo y Alfaro lograron una amistad consistente. El 6 de agosto 1875, García Moreno había sido asesinado en el Palacio de Gobierno de Quito.

Eloy Alfaro era un hombre que venía luchando por más de 20 años. Su nombre circulaba en boca del pueblo, sólo Alfaro era capaz de conseguirlo la batalla naval de Jaramijó le consagró como el héroe nacional por excelencia al luchador Alfaro. Ser alfarista equivalía a ser valiente, a ser algo que afrontaba lo determinado. Le imputaron como crimen sus gestiones para reunir nuevamente el Ecuador en la Gran Colombia. Boliviano de corazón, comprendía que la única posibilidad de grandeza que tenían los pueblos americanos era el cumplimiento de los ideales del Libertador. Alfaro decía que si lo asesinan, su sangre los ahogará y cimentará la idea liberal. El ferrocarril Quito-Guayaquil, que unió la Sierra con la Costa, más difícil del mundo se convirtió en un vehículo de negocios, nada más. Eloy dice como ecuatoriano patriota, no deseo que, por mi interés, se derrame una sola gota de sangre y que, por lo tanto, hago renuncia del cargo de Presidente de la República, lo cual hará que pueda continuar el régimen liberal, al amparo de la Constitución’. El fuego en las calles era un tiroteo nutridísimo tres días con sus noches duró el fuego de fusilería de parte de los revoltosos. A Eloy Alfaro la muerte se le acercó, los locos empezaron a retirarse porque el Ministro de Chile y sus empleados defendían las puertas. Los soldados vencedores andaban por las calles proclamando el exterminio. En una casa amiga, don Eloy halló refugio. Era un cuarto pequeño, pobre, una hamaca, tablas carcomidas en el piso, tres sillas y en las paredes algunos retratos. Los hermanos de Alfaro Medardo y Flavio Alfaro fueron puestos apresados. Todos miraban al viejo luchador vencido, esperando algo de él y algo que sabían imposible. Pero tenían que asirse de la esperanza frágil.


MUERTE VIOLENTA DE LOS ALFARISTAS


El 25 de Enero el pueblo de Guayaquil y la tropa del Ejército Constitucional reclamaban la cabeza de los Generales Montero y Alfaro. El Consejo de Guerra que debía juzgar al general de la República Montero, lo que calmo un poco a la muchedumbre. Si los llevaban a Quito, era segura la muerte de todos, e los prisioneros y de Alfaro pues a juzgarlos en Guayaquil. Hasta ciertos enemigos políticos de Alfaro intercedieron para que no lo llevaran al panóptico. Todo, en la capital, estaba preparado para el asesinato, para el doble crimen de matarlos y después culpar al pueblo.


El General de la República Montero, lo dispararon y su cuerpo se desplomó, y le arrojaron por el balcón. Lo arrastraron hasta la Plaza de San Francisco, atravesándolo de bayonetas, las entrañas colgando. Le prendieron fuego y empezaron a brincar sobre las llamas. El general Eloy Alfaro se mantenía impasible, con una serenidad heroica. Sólo a su hija Colombia permitieron bajar del buque. Corrió de un sitio a otro para ver a su padre. Sólo a su hija Colombia permitieron bajar del buque, corrió de un sitio a otro para ver a su padre. Se escuchaba en las calles. Deben hacer lo mismo con el indio Alfaro. Todos los Alfaros deben morir. Colombia hablo con Plaza y no hacía más que pedir compasión con las temblorosas manos juntas. Luego pidió sacar una manguera para apagar el cuerpo humeante de General Montero, con la Policía dijo que traiga gente, un ataúd para llegar los retos carbonizados y regresarlos a la Gobernación. El ministro de Guerra que ya les había notificado a los presos la orden de partida a Quito. El envío a la capital de los prisioneros era entregarlos a la horripilante muerte del descuartizamiento callejero. Desde Guayaquil, doña Teresa de Montero telegrafió al Encargado del Poder: ³Deber sagrado de esposa me obliga a dirigirme a usted para solicitar la entrega dela cabeza y el corazón de mi esposo, señor general Pedro J.

Montero, que existen como trofeos en poder del ejército del señor general Leonidas Plaza Gutiérrez. Ya con la orden de El ministro de Guerra fueron trasladados los presos en un tren hacia Quito, y aun existiendo muchos obstáculos, lograron llevarlos a Quito, del tren los pasaron a un vehículo, y ellos ya presentían la terrible muerte.

A Eloy Alfaro lo derrotaron con un tiro en la cabeza le hizo caer suavemente, era la primera y última herida que recibía el Gran Luchador en más de cuarenta veces de constantes batallas, lo desnudaron y rodo por las gradas de cemento, cuerdas distribuidas entre la multitud, empezaron a amarrar sus extremidades, testículos, y lo despedazaron, jugaban con sus pierna de mano en mano, y un cráneo vacío, lo llenaron de chicha y con las dos manos un loco se bebía. La misma dosis recibieron los demás con la misma crueldad. Y el responsable y cruel personaje perverso Carlos Freile Zaldumbide, fue el actor de toda esta crueldad que era publicado en los diarios de la ciudad de Quito y los Soldados ebrios envueltos en su locura provocaron la peor humillación y vergüenza para el pueblo ecuatoriano.


CRITERIO PERSONAL

Desde mi punto de vista, Eloy Alfaro fue un hombre ejemplar y luchador, en cada etapa de su vida fue muy reñida, un liberal que quería construir el sueño más anhelado para el que era la Gran Colombia. Desde niño tenía una gran admiración por Simón Bolívar, un verdadero líder. Lo que más me marca de este libro fue la cruel muerte que recibieron los Alfaristas, una cobardía en todo sentido de la palabra, pensar en que existen personas que son capaces de matar tan brutalmente a un ser humano. Las ideas liberales que tuvo Alfaro lo condenaron a esta muerte terrible.

Es muy conmovedora la trascendencia de Alfaro en nuestro país porque cristaliza de la historia del país, y las grandes transformaciones que logro para la nación. Incansable luchador, no merecía morir de esa manera. El deseo de todos los hombres es vivir en paz y que no se derrame más sangre para el logro de las ambiciones.